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sábado, 25 de julio de 2009

De Castellar al Puente Mocho por Camino del Condado, Vereda Real, Vía Aníbal, Cartaginesa ¿Cuántos nombres, cuántos usos, cuánta historia sobre ella?

Era una mañana calurosa de verano; opté por realizar una ruta cuya idea me venía rondando la cabeza desde hacía tiempo. Creo no haber elegido la fecha adecuada...el motivo ya se irá descubriendo a lo largo del post; por ello os propongo realizarla en primavera u otoño. El caso es que ya no pude esperar más, preparé agua, viandas, la bici..., e inicié la marcha rumbo a un camino CON HISTORIA, escrita a base huellas marcadas a su través.

El enlace para visulizar la ruta en Wikiloc, y poderla descargar para GPS es:
Punto de partida: la Plaza de España en Castellar. Primera bajada hasta el cruce con la A-312 donde giro a la derecha.
Junto a la Fuente de Abajo, dejo la carretera. Desciendo por la "Calzada Romana" que me aproxima al Arroyo del Espino, junto al que aparece la "Vereda Real" a la que hago referencia en el título, que va a ser la protagonista en nuestra primera mitad del trayecto.

Comienzo a pedalear sobre la tierra arcillosa, rojiza, de la Vía Aníbal, la cual, debido al uso como vereda real, tiene una anchura considerable.

A medida que avanzo, observo a ambos lados para ver si aún quedan restos de la antigua calzada. No los hallo hasta aproximarme al cruce de ésta con el camino de "La Capilla", lugar donde me detengo, meditando durante unos minutos, preguntándome:
¿Cuántos viajeros habían transitado antes por ella a lo largo de la historia documentada?....¿Cuántas huellas habrán quedado marcadas, y restos depositados a lo largo de su trazado?...¿Cuántos personajes ilustres la habrán utilizado en sus viajes y desplazamientos?... ¿Cuántas efímeras sombras habrán acompañado, imitando la silueta de los personajes con quienes están ligadas a su paso por estos lugares?...¿Cuántas biografías, historias y leyendas narrarán el paso de sus personajes sobre este "Camino del Condado"?...
...Salgo de mis interrogantes, al mirar al suelo, me descubro a mí mismo allí, reflejado sobre la calzada. (No dudé en hacer uso de la cámara de fotos para retener esa imagen).
Reanudo el pedaleo hasta un nuevo cruce de caminos, poco más adelante. Allí vuelvo a detenerme por saber que estoy prácticamente sobre la perpendicular del Santuario Ibérico de "Los Altos del Sotillo" que está a mi derecha, hacia el Sur, a 500 metros en línea recta de donde me encuentro.

Aprovecho el alto para realizar un barrido visual de la zona. Mirando atrás, hacia el oeste, descubro la extensión de "La Vega", flanqueada a un lado por la Sierrezuela, loma sobre la que se asienta Castellar; al fondo Santisteban del Puerto; al otro lado Sierra Morena; en el centro asciende y se extiende la lengua de humo de la fábrica "orujera", tan presente en estos tiempos dentro del paisaje castellariego.

Mirando más al N-NE, descubro las últimas estribaciones de Sierra Morena, donde destaca por su cercanía el cerro de "Cabeza Grande"; a su derecha, Aldeahermosa, junto a la que fluye el Río Montizón; el trazado de la Vía Augusta en dirección a donde estuvo ubicada una mansión romana, conocida como "Ad Duo Solaria" (entre dos relojes de Sol). Allí las huestes romanas, podían encontrar vianda, posada y descanso en sus viajes entre Andalucía con el levante valenciano, incluso hasta Roma. (Más detalles históricos sobre la Vía Augusta, serán para otro post).


El Sol se eleva amenazante esta mañana veraniega. Decido apresurarme a continuar hacia el Este, por La Vía Cartaginesa. Al atravesar el paraje del Portichuelo tengo próximo, a mi izquierda, el cerro de "La Muela", con sus 900 metros de altitud, que se me muestra galán, vestido de olivares en toda su extensión.

Me pregunto qué imagen ofrecería La Muela hace 2500 años, toda cubierta por un espeso manto de bosque mediterráneo.



Así la verían los íberos, asentados en el próximo paraje del Sotillo, en su Santuario Ibérico, aprovechando la existencia de abundantes fuentes por la zona, el abrigo de las Cuevas de La Lobera, en un terreno escarpado con laderas en terrazas, el dominio estratégico que ofrece su situación sobre esta importante vía de comunicación (sobre la que ahora circulo) que ellos entonces utilizaban en sus viajes entre la ciudad de Cástulo (Linares) con el resto de su civilización, de donde son originarios, allá por el norte Almeriense. Ni que decir tiene, que los íberos convivieron unas veces en paz, otras no tanto, con otras civilizaciones ocupadoras de sus tierras, a lo largo de muchos siglos.
Continúo adelante, atravieso un pequeño collado, entre La Muela a mi izquierda; y El Cerrón a mi derecha.
Me detengo en este lugar, miro hacia atrás; observo el camino recorrido sobre La Vega de Castellar. Giro hacia el frente, donde se me abre a la vista, un paso hacia otra nueva llanura con nuevas vistas: Chiclana de Segura a mi izquierda; las aldeas de El Campillo y Camporredondo al frente; Sorihuela del Guadalimar e Iznatoraf a la derecha.


En este tramo de transición, recorro apenas dos kilómetros de estrecha carretera asfaltada entre Castellar y Chiclana. Allí se cruza la línea divisoria que separa ambos términos municipales.

Atento a un nuevo camino a mi derecha, retomo la Vereda Real por la que circulaba. Este tramo que inicio, en algunos mapas es denominado "Camino de la Venta Gómez".


Desciendo por los parajes de "La Mimbrera", con buenas vistas de la localidad de Chiclana de Segura, aproximándome poco a poco a una pedanía de ésta, al Campillo.

Allí me llama la atención la fachada de una pequeña ermita con la imagen de San Isidro Labrador, su patrón, que dice mucho de cuál es la ocupación básica de sus habitantes.

Continuando viaje por la Vía de Aníbal, ahora también llamada "Camino del Condado", pronto, tras atravesar un pequeño arroyo, observo en la corta distancia la presencia de un cementerio y un depósito de agua, que estoy seguro me anuncian la proximidad de otra pedanía, "Camporredondo" (foto de abajo, a la izquierda).


Junto a la aldea, tras atravesar un pequeño arroyo, flanqueado por juncos y abelfas, continúo mi ruta por una pequeña pero pronunciada rampa que me eleva a los "Llanos del Reventón".
Una vez subida la cuesta, miro atrás. Me llama la atención ver el camino con dos partes bien diferenciadas longitudinalmente en su trazado: la más pedregosa (unos 4 metros de anchura) debió ser la antigua calzada, usada desde tiempos de romanos y cartagineses; en su franja izquierda, se completa con más anchura hasta la propia de una vereda real (20'89 metros).
Mi próximo destino será ya el Puente Mocho, pero antes tendré que pedalear sobre una parte complicada del camino, por ser más pedregoso, pero me congratula comprobar que por éstos lugares la antigua calzada se hace más evidente.

Ahora retrocedo en el tiempo a mayo de 1575, e imagino el paso por este mismo trazado, de Santa Teresa de Jesús, caminando en sentido contrario al mío, después de haber fundado el Convento de las Carmelitas Descalzas de San José el Salvador, en Beas de Segura. La Santa se dirigía presta a fundar un nuevo convento en Sevilla. A su paso cerca de Castellar, pernoctaría en la Venta de San Andrés, lugar donde confluyen la Vía Cartaginesa con la Vía Augusta. Por éstas tierras Del Condado, en aquella época, D. Diego de Benavides era IV Conde de Santisteban del Puerto.
Continúo adelante, pronto me cruzo con una carretera local asfaltada. Ahí dejo el camino y giro a la derecha; poco más adelante llego a un nuevo cruce, de ésta con la A-312. Sigo de frente por la vereda real, pronto tengo que descender de la bici para realizar unos 200 metros a pie, hasta llegar a una pista transitable. Allí ya se escucha el sonido de las aguas del Río Guadalimar, lo que me indica que el puente está próximo. Así me lo indica una señal: "Puente romano".

Como indica, me desvío a la izquierda; la calzada romana se muestra más clara y mejor conservada. Me asomo para ver al Guadalimar, que por allí torna ruidoso; al fin descubro el esperado "Puente Mocho". En este paraje me detengo varios minutos fotografiando sus arcos, antes de cruzarlo.
















Al cruzarlo, estando sobre él, aprovecho para fotografiar al otro protagonista del paisaje: al Río Guadalimar, cuyas aguas descienden alegres antes de encauzarse bajo los arcos.

Me sorprende otra nueva perspectiva del puente cuando estoy al otro lado. Ahora estoy fuera de la Comarca del Condado, en el término municipal de Béas de Segura. La calzada romana, bastante bien conservada, gira brusca hacia la izquierda y nos muestra la otra cara del puente, tan bella como las anteriores.

Todavía estoy a mitad de la ruta, pues debo volver a Castellar. Ante la hora avanzada del día y la canícula que se avecinaba, opté por no regresar por el mismo camino, tomando una ruta más rápida, así que volví a cruzar al Guadalimar poco más abajo, y ascendí hasta encontrar la carretera comarcal A-312. Una vez en ella, giré a la izquierda para dirigirme a Sorihuela del Guadalimar, y posteriormente a Castellar.

Una ruta, sin duda poco conocida, pero bonita. Mi única recomendación es que no se realice en verano, siendo bueno aprovechar cualquiera de las otras estaciones del año.

viernes, 10 de julio de 2009

Evento Blog Rural en Cazorla, tierra bella adornada de leyendas

Era una fecha marcada en el calendario, un fin de semana esperado, un compromiso necesario de cumplir. Así llegó el viernes día 3 de julio, día en que la familia nos dispusimos apresurados a preparar un ligero equipaje, antes de iniciar la marcha hacia tierras próximas, aquellas tierras que, desde Castellar, observamos con alegría en el alba, y nos embriagan con la puesta de sol de la tarde.
Cazorla y Peña de los Halcones, desde camino de San Isicio
Es en el atardecer cuando los rayos de sol se resisten a perderse por el horizonte, al oeste, tiñen el cielo de tonalidades rosadas y anaranjadas y extienden sus brazos de luz hacia el sur, para iluminar las paredes rocosas de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. Es un último intento del Astro Rey por mostrarnos cual será nuestro destino de estos días: Cazorla.

Allá se celebraba el I Evento Blog Rural, al cual fuimos invitados por Abraham, y acudimos con la certeza de que allí nos esperaban buenos amigos por conocer.

Castillo de la Iruela, desde la ventana del hotel
Nos hospedamos en La Iruela, bajo la peña sobre la que se cimentó un castillo de la Orden de los Templarios. Nos apresuramos a acudir a la cita, esa misma noche en la Plaza de la Corredera, junto al Ayuntamiento. Posteriormente, paseo nocturno por el centro y casco antiguo de Cazorla, hasta llegar a la Plaza de Santa María, donde tapeamos alegre y distendidamente en un marco casi idílico, con el Castillo de La Yedra a pocos metros, sobre nosotros; y el río Cerezuelo encauzado bajo nuestros pies.
El Castillo de la Yedra, es un castillo de leyenda, la de la "Tragantía", sobre la que invito a vuestro interés por conocerla. Yo por el momento sólo me limito a adelantar este dicho popular:
"Yo soy la tragantía, hija del Rey moro....
Quien me oiga cantar, 
no verá la luz del día, 
ni la noche de San Juan"

No me extrañaría que en más de una ocasión despertara alguna que otra pesadilla en los inocentes sueños de los niños.
Estas dos fotos tomadas hace dos años, en anterior visita al interior del Castillo de la Yedra, nos muestran dos imágenes, ambas bellas, pero muy diferentes.






La primera ventana, orientada al Sur, nos muestra la Sierra y su abrupto relieve de formaciones kársticas cubiertas de vegetación allí donde árboles y plantas son capaces de extender raíces.
  La segunda ventana, orientada al Norte, nos muestra la extensa campiña de olivares, con relieves caracterizados principalmente por una sucesión de lomas cortadas por los cauces de ríos y arroyos.

En la mañana del sábado día 4, desde temprano iniciamos ruta; nos íbamos a adentrar en la Sierra de Cazorla, y visitaríamos algunos de los parajes más conocidos y emblemáticos de la misma. Así, pasando por La Iruela y Burunchel, llegamos al Puerto de las Palomas, donde realizamos parada en el "Mirador del Aire". En días claros, en la lejanía del horizonte, más allá de del Guadalquivir, de "La Loma", y del Guadalimar, se puede adivinar la silueta de la "Loma de Chiclana", sobre la que, en un entallamiento, se podría divisar Castellar.

Y continuamos unos metros más arriba, volvimos a detenernos para cambiar las vistas de extensas lomas de olivos, por las de un extenso bosque de pinos con un profundo valle, y escarpadas laderas que se elevan hasta algunas de las mayores cumbres de todo el Parque Natural. Estamos ahora en un privilegiado mirador sobre el valle del Guadalquivir, auténtica columna vertebral de toda la Sierra de Cazorla, desde donde salen todas las rutas que el viajero pueda imaginarse.
El Mirador de las Palomas, es parada obligada para todo aquel que accede a la sierra desde Cazorla
Avanzamos unos kilómetros más adelante, y nos detenemos para realizar la ruta circular de "La Cerrada de Utrero" (cuyo nombre alude a un novillo de entre dos o tres años). Es un impresionante tajo tallado por el Guadalquivir sobre la roca caliza. Sin duda alguna, la ruta es corta, atractiva, diversa, impresionante y de fácil acceso. Una serie de condicionantes que favorecen su realización, siendo apta para casi todas las edades y condiciones físicas; por ello es una de las más conocidas y visitadas.


Me alivia saber que entre el grupo de bloggers que nos adentramos entre las estrechas paredes rocosas, no se encontraba ninguna doncella, ni había luna llena, ni era primavera, porque, sabed que en torno a la Cerrada de Utrero también se ciñe otra trágica leyenda.
Narra la desaparición de dos hijas del rey moro, en sucesivas primaveras, y justo la noche en que contrajeran matrimonio. Ambas fueron encontradas destrozadas por una potente cuerna. Igualmente, durante la noche se producía misteriosamente la muerte del ganado, que era espantado por un gran mugido que se escuchaba en una grieta de la Cerrada al salir la luna. Como tributo al monstruo, y para que cesaran las muertes, el rey moro entregó en sacrificio a la hija que le quedaba, y la abandonó en la Cerrada. Ésta fue encontrada por un "pinero", y ambos se enamoraron. Al llegar la siguiente primavera, la enamorada pareja también desapareció entre las aguas del Guadalquivir cuando eran perseguidos por el monstruo.
Dice la leyenda que todas las primaveras, coincidiendo con la desaparición del pinero, las aguas de La Cerrada se tiñen de sangre y sobre una grieta aparece una joven desnuda.

Una escalera tallada artificialmente sobre la margen izquierda del rio, nos aleja de la estrecha Cerrada.
Como ejemplo de la diversidad del paisaje, una presa detiene el curso del Guadalquivir, y cristalinas las aguas, brillan y se desploman al vacío.
Igualmente, algunos restos de hojas caídas, troncos y maderas, se apiñan en la parte superior del muro, como esperando su turno para el estrepitoso descenso.
Como no, un gran salto de agua complementa la diversidad del paisaje, aunque sólo es posible ver el agua caer en épocas lluviosas, o tras el deshielo en primavera de las nieves que cubren las altas cumbres, río arriba.
Salto de Linarejos (sólo en primavera y en épocas lluviosas es posible verlo con agua)
Un enorme pino laricio nos despide al final de la ruta como testigo imponente de que regresamos todos al lugar de partida.
Continuamos viaje en coche, y nos acercamos ahora a otro punto emblemático de la sierra: El Puente de las Herrerías, lugar donde apetece refrescarse en las transparentes y frescas aguas del Guadalquivir. Sobre este puente existe también la leyenda de que fue construido en una sola noche por los caballeros cristianos que acompañaban al séquito de la reina Isabel la Católica camino de Baza hacia la conquista de Granada. Aunque sólo es eso, una leyenda más.

Puente de las Herrerías
Continuamos viaje en coche, y nos acercamos ahora a otro punto emblemático de la sierra: El Puente de las Herrerías, lugar donde apetece refrescarse en las transparentes y frescas aguas del Guadalquivir. Sobre este puente existe también la leyenda de que fue construido en una sola noche por los caballeros cristianos que acompañaban al séquito de la reina Isabel la Católica camino de Baza hacia la conquista de Granada. Aunque sólo es eso, una leyenda más.

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